domingo, 27 de marzo de 2011

Miguel Servet. Introducción


MIGUEL SERVETO

Marco histórico y social en el que se enclava la figura de Serveto

Necesariamente, después de la introducción sobre la Inquisición y previo al tratamiento específico sobre la biografía de Serveto, es preciso referirse a la Reforma, para tratar de centrar el escenario en el que se desenvolvió la vida del ilustre y controvertido aragonés.

Las reformas religiosas en la Europa del siglo XVI

El siglo XVI encontró a Europa sumida en una profunda crisis política, económica y moral. Las nuevas técnicas y relaciones de producción nacían en medio de conflictos sociales generalizados. El capitalismo mercantil empezaba a imponer sus leyes a todo el continente, y el fenómeno se manifestaba por un incremento de los precios y una paralela congelación de los salarios. Las bases mismas de la cultura occidental parecían vacilantes: la guerra y la revolución constituían una presencia constante, y la amenaza de la invasión otomana   pesaba sobre la conciencia colectiva. La crisis hizo que las masas se volcaran hacia una intensa religiosidad, cuyas exigencias sobrepasaban en mucho la capacidad de respuesta de la Iglesia. De ahí surgió la Reforma.

El 31 de diciembre de 1517 Martín Lutero promulgaba sus 95 tesis contra el comercio de indulgencias, e inició así un proceso que culminaría con la división de la Iglesia y la aparición de nuevas formas de culto cristiano. Lutero superó rápidamente el límite de los círculos teológicos, para asumir un carácter político. La lectura de la Biblia  bastaba para entrar en contacto con Dios y hacía innecesarios y perjudiciales los demás dogmas de la iglesia. El hombre quedaba liberado de los deberes caritativos, particularmente molestos en una etapa caracterizada por el auge de los grandes negocios y la acumulación de capitales en empresas modernas cada vez más alejadas del proceso concreto de la producción.

El luteranismo aparece así en la base de las guerras campesinas alemanas que estallaron en 1525. Lutero exhortó a los campesinos -que llevaban a la práctica sus enseñanzas religiosas- a abandonar las armas y cuando éstos desoyeron su llamada, no vaciló en condenar a los sublevados y en incitar a los príncipes, en tanto que autoridades establecidas por Dios, a reprimir el alzamiento. Este hecho selló en la práctica un pacto entre la reforma y los príncipes, que pudieron así apoderarse de las propiedades eclesiásticas y reforzaron de esta forma considerablemente su posición frente al poder central del imperio.

El emperador Carlos V se encontró así ante un nuevo escollo alzado ante su proyecto de restaurar el imperio de occidente según el modelo medieval. Asediado por la guerra con Francia, por las disputas con Roma y por la necesidad de enfrentarse con las amenazas otomanas, el monarca contempló impotente el crecimiento del cisma en su propio país. En 1530, en la Dieta de Augsburgo, Carlos V realizó el último y fracasado esfuerzo por salvaguardar la unidad religiosa del imperio, mientras importantes regiones de Alemania, entre ellas Hesse y Sajonia se pasaban con armas y bagajes al protestantismo.

A partir de 1519 surge y se desarrolla en Suiza (Zurich) un importante movimiento protestante dirigido por Ulrico Zuinglio. El teólodo Zuinglio va más allá que su maestro Lutero: la eucaristía afirma, sólo constituye un acto simbólico, un acto conmemorativo, mientras que para Lutero seguía siendo válida la transfiguración de Cristo en el  pan y el vino de la misa. Zuinglio murió en 1531.

El teólogo francés Juan Calvino se había ido a Suiza en 1534 huyendo de las persecuciones antiprotestantes que agitaban a Francia. Calvino condenaba el baile, el alcohol y los juegos de azar, y veía en los detentadores del poder económico a auténticos predestinados; la riqueza material constituye para él un signo inequívoco de que Dios aprueba la laboriosidad, la disciplina y la ley del máximo beneficio. Hasta mediados del siglo XVI, Ginebra fue el centro dirigente del movimiento protestante, y el calvinismo se impuso con fuerza en extensas regiones de occidente (Francia, Escocia, Países Bajos) y del este europeo (Polonia, Hungría, Transilvania).

Es pues aquí, en un clima desasosegado y tenso tanto religiosamente como socialmente, en el que podemos enclavar la brillante figura de Miguel Serveto, aragonés, erudito e inquieto filósofo y científico que terminó sus días en la pira por el delito de pensar y de opinar sobre cuestiones dogmáticas. Así la intolerancia propia de este marco histórico acabó con la vida de un sobresaliente científico que descubrió a los ojos de occidente tanto los secretos de la circulación menor de la sangre como la propia necedad de la sociedad de su tiempo frente a cuestiones tan complejas como son la fe y la justicia.   


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