lunes, 11 de abril de 2011

La conspiración contra Miguel Serveto y su quema en efigie. XI


La conspiración contra Miguel Serveto y su quema en efigie


Arneys, el primo católico de Trie, no perdió tiempo en Lyon en poner su documentación ante la vista del inquisidor Ory, quien convocó al vicario de Lyon. Habiendo examinado juntos  las pruebas enviadas de Ginebra, decidieron comunicárselas enseguida al Cardenal Tournon. El arzobispo de Vienne, Pierre Palmier, antiguo discípulo y protector de Serveto, señaló la insuficiencia de las pruebas y mandó decir a Ory que viniera él mismo a Vienne. Cuando llegó, sugirió que se le exigiese a Arneys escribir de nuevo a Ginebra pidiendo el texto completo del “Restitutio”. Ory entonces volvió a Lyon y dictó la carta el mismo. He aquí la respuesta de Guillermo Trie: “Pero puedo proporcionarte algo mejor para declararlo culpable, a saber, dos docenas de cartas manuscritas por nuestro hombre en cuestión, en las cuales se contiene buena parte de sus herejías. Si le mostrarais el libro podría negarlo, pero no puede hacer esto con su escritura. Mas te  diré que no me ha costado poco obtener de Calvino lo que te envío. Pero le he convencido y le he advertido la embarazosa situación en que me pondría si él no me ayudara, de modo que finalmente me ha entregado lo que ahí ves”. ¡Y vemos así que nada menos que Juan Calvino fue quien entregó a la Inquisición católica las pruebas definitivas! Sin embargo, es bien sabido que Calvino lo negó siempre categóricamente.

El 4 de Abril se reunieron Tournon, Ory y Palmier  en el castillo de Rousillón y dictaron orden de arresto contra Serveto. El siguiente, 5 de Abril, Palmier notificó a Tournon el arresto  e invitó  a Ory a venir a Vienne  para los interrogatorios. El día 6 de Abril, Serveto sufre su tercer interrogatorio, y el día 7 se evade de la prisión saltando una tapia. Por fin, el 17 de Junio el tribunal falló sobre Serveto. Villeneuve fue declarado culpable de herejía escandalosa, de sedición, de rebelión, y de evasión de la cárcel y condenado a ser quemado a fuego lento hasta que su cuerpo fuera reducido a cenizas. Entretanto, y dadas las circunstancias, había que ejecutar la sentencia en efigie, quemándola juntamente con sus libros.


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