jueves, 7 de abril de 2011

La labor filosófica y teológica de Serveto. IX


La labor filosófica y teológica de Serveto


Hemos visto que Miguel Serveto había dejado París para practicar medicina en provincias. Primero, estuvo breves temporadas en Lyon y Avignon, y luego dos o tres años en Charlieu. Sólo dos anécdotas se le conocen de este periodo:  una lucha y casi una boda. Fue ocasionada aquella por la envidia de un médico rival cuyos partidarios atacaron a Serveto una noche cuando iba a visitar a un paciente enfermo. Fue herido y a la vez, pudo herir a uno de sus atacantes, como consecuencia de lo cual estuvo bajo arresto dos o tres días. En cuanto a la boda, confesó más tarde durante su juicio que había estado a punto de unirse a una muchacha de Charlieu, pero había desistido creyendo ser impotente a causa de castración en una parte a la edad de cinco años y de hernia en otra. Como médico, debía saber que ninguna de estas razones podía perjudicarle hasta tal punto. (Bainton) Y es curioso notar que, en todo caso este testimonio no se compadece en modo alguno con su afirmación en otra ocasión según la cual se había dedicado al celibato por libre elección.

Algo después de 1540 Serveto trasladó su residencia a Vienne, en las cercanías de Lyon. Uno de sus atractivos era la graciosa protección de Pierre Palmier, arzobispo de Vienne, que, se recordará, había sido uno de sus oyentes en París en sus lecciones sobre geografía. Serveto se dedicó los doce años siguientes a editar obras  y a la práctica de la medicina. La segunda edición de la geografía salió en  1541; la edición de la Biblia de Pagnini en 1542. Los doce años que Serveto pasó en Vienne  fueron los más tranquilos de su vida. Serveto fue sabiendo muy bien que, si se llegaran a hacer públicas sus convicciones más íntimas pocos de sus amigos le tratarían mejor que si fuera portador del cólera.

A pesar de todo, Serveto no podía resignarse a quedarse sin dar testimonio indefinidamente. No le sería necesario exponer su vida: conservaría el seudónimo. Un nuevo libro andaba en elaboración: “Christianismi Restitutio”, un tema caro a Erasmo y a todos los humanistas cristianos. Su visión primaria de Dios era, sin embargo, la idea neoplatónica del Sumo Uno. El segundo elemento nuevo del pensamiento de Serveto que aparece  en el “Christianismi Restitutio” es el del anabaptismo. Hablando con propiedad, sin embargo, la doctrina Servetiana del hombre no era exclusivamente anabaptista, sino una amalgama de ingredientes católicos, renacentistas y anabaptistas. Con la Iglesia católica mantenía Serveto que el hombre es capaz de cumplir la ley natural aun sin la ayuda de la gracia y que el hombre redimido es capaz de cooperar con Dios en la tarea de la salvación. No basta la fe, porque la fe pasará, mientras que sólo el amor permanece. La fe enciende la lámpara que sólo el aceite del amor hace arder.

Coincidía también con la idea renacentista del hombre puesto en medio de la gran cadena del ser y capaz por su propio poder de ascender o descender hasta llegar a unirse con Dios. Desde luego cristianizaba esta interpretación, como habían hecho mucho antes los teólogos orientales. El hombre es libre, insiste Serveto, y recibe de los astros sólo inclinaciones y tendencias. El hombre es capaz de unión con Cristo y, por Cristo, con Dios. “Lo divino ha bajado hasta lo humano para que lo humano pueda ascender hasta lo divino”. El elemento específicamente anabaptista aparece en la idea de la generación bautismal del hombre redimido. Teoría tal llevó a Serveto a un abierto choque no sólo con los católicos, sino también con todos los principales reformadores, que como aquéllos, mantenían el bautismo de los niños.


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